sábado, 24 de enero de 2015

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Un tiempo anémico recorre
el ojo listo, la mano calienta
la danza de las piedras, todo
lo que no es matemático,
el sauce en su madera quieta, la
pretensión de un mar humano
y su familia, fábrica
de rincones, pasillos, códigos
que la existencia desconoce.
Perros sin dueño pasan
por esas calles lentas,
hechas de pasos adelante, atrás
llegan dentro del amor.
La tarde del otoño se curva
operada por aires sin
miserias, ni cárceles,
la hermosura que vaga
agarrada a todas las cosas.
Palabras sangran, lastimaduras
de caerse en efectos visibles,
luchas viejas. Se separó
la lengua de verbos calumniados.
La tempestad de la locura
barre sus lazos íntimos
con el amordolor.

Juan Gelman