miércoles, 26 de diciembre de 2012

La pulsación de las sílabas

Él amaba la pulsación de las sílabas,
algunos acentos. cuarta, octava, décima.
Buscaba en ella lo que no sabía,
lo que nunca supo, o sospechara:
un sentido, la señal de la gracia, el frágil
hilo que condujese a la vida,
tan acá del deseo de vivirla.
Cuánta melancolía, cuánta incertidumbre
fue siempre la suya en lo que hacía,
allá donde el cuerpo se hace alma
o el alma se hace cuerpo- ¿cómo saberlo?
El tiempo casi nada le enseñó,
pero proseguía, insatisfecho
o inseguro, que ni eso sabía.
Entre impulsos, crispaciones, reticencias,
perseguía el ritmo de la música más suya
con el mismo empeño que lo que fuera antes
pura delicia, caricia breve. Sólo la mano
no había cambiado-siempre tan leve.


Eugenio de Andrade

sábado, 22 de diciembre de 2012

La invitación

No me interesa quién eres, ni cómo llegaste aquí.
Quiero saber si te quedarás conmigo en medio del fuego y no escaparás.

No me interesa qué o dónde o con quién has estudiado.
Quiero saber qué te sostiene por dentro cuando se derrumba todo lo demás.
Yo quiero saber si puedes estar solo contigo mismo; y si realmente te gusta la compañía que tienes en los momentos vacíos.

Es curioso cómo suceden las cosas

Danah Zohar

jueves, 20 de diciembre de 2012

El espejo me refleja

El espejo me refleja, me vuelve hacia mí mismo.
Lentamente me hundo en mis pálidos abismos.
Me veo reflejado, ya, desde muy lejos,
Perdido en esa blanca catedral del silencio
Donde la luna es la virgen desnuda y muerta que yo adoro.
La noche tiende sus trampas invisibles:
El que se asoma a un espejo está cogido,
Le sorprenden los misterios imprevistos,
Se pierde en un laberinto de cristales y espejos giratorios.
En el fondo del silencio la muerte es un río lento;
Yo lo miro pasar de la luna al azogue;
Mientras alguien apoya sus dedos helados sobre las yemas de mis dedos
No sé qué me mueve a sonreir tristemente.
Alguien me lleva de la mano por el borde de los precipicios;
Un amor, un delirio, el vértigo me llama;
El espanto es el más dulce de los escalofríos
Cuando crece súbitamente como un árbol en el fondo de la carne.
Me miro fijamente en el espejo:
La noche me ha cogido en sus trampas sutiles.
Me siento cada vez más hondo:
La muerte se inclina sobre mí para besarme.
Me dan miedo esos ojos, mis dos ojos sin nubes
Que desde el espejo me miran implacables
Mientras baten espadas de luz
En sus aguas heladas y azules.

Del libro: Marea del silencio

Gabriel Celaya

miércoles, 12 de diciembre de 2012

El breve amor

Con qué tersa dulzura
me levanta del lecho en que soñaba
profundas plantaciones perfumadas,

me pasea los dedos por la piel y me dibuja
en el espacio, en vilo, hasta que el beso
se posa curvo y recurrente,

para que a fuego lento empiece
la danza cadenciosa de la hoguera
tejiéndose en ráfagas, en hélices,
ir y venir de un huracán de humo...

¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo un anegarse entre las cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos?

Julio Cortázar

martes, 11 de diciembre de 2012

Pacto

Por si acaso llovizna por tu calle
y quieres secar tu cuerpo
entre mis brazos

Por si el silencio te acomete
y recuerdas el lenguaje extraño
que aprendiste a mi lado

Por si regresas
a humedecer de lunas los recuerdos

Por si el trópico te reclama impaciente
entre sus verdes

O por si acaso es de noche en tu morada
dejaré la puerta abierta.

María Clara González

lunes, 10 de diciembre de 2012

Llueve

Esperar que deje de llover
sin saber para qué.
Tampoco saber para qué llueve.

Acercarse al brasero
y ver
en la pregunta de siempre
un pájaro pasar en su fantasma.

Acercarse a la ventana
y creer que algo hay 
al otro lado de la lluvia.

Y cuando ha dejado de llover 
jamás saber
por qué teníamos tanta prisa.

Enoc Muñoz

domingo, 9 de diciembre de 2012

Montañas en la noche

El lago se ha extinguido,
oscuro duerme el cañaveral
murmurando en el sueño.
Sobre el campo extendidas
alargadas montañas amenazan.
No reposan.
Hondamente respiran, se mantienen
unidas unas contra otras.
Respirando hondamente,
llenas de oscuras fuerzas, irredentas
en su pasión devoradora.

Hermann Hesse

viernes, 7 de diciembre de 2012

En el corazón, quizá

En el corazón, quizá, o más exacto:
Una herida rasgada con navaja,
Por donde se va la vida mal gastada,
Con total conciencia nos apuñala.
El desear, el querer, el no bastar,
Equivocada búsqueda de la razón
Que el azar de ser nos justifique,
Es eso lo que duele, quizá en el corazón.

José Saramago

jueves, 6 de diciembre de 2012

Estás cansada

Estás cansada
(yo creo)
del perpetuo enigma de vivir y sus afanes;
y yo también.

Ven conmigo, pues,
y partiremos muy lejos
(sólo tú y yo, ¿comprendes?).

Tú has jugado
(yo creo)
y has roto tus juguetes más queridos,
y ahora estás algo cansada;
cansada de las cosas que se rompen,
cansada, eso es todo.
Yo también.

Pero vengo con un sueño en mis ojos esta noche,
y llamo con una rosa
a la desolada verja de tu corazón.
¡Ábreme!
Que yo te mostraré lugares que nadie conoce
y, si tú quieres,
las perfectas regiones del Sueño.

¡Ah, ven conmigo!
yo te encenderé esa maravillosa burbuja, la luna,
que perenne flota.
Te cantaré la canción jacinto
de las probables estrellas,
y buscaré en las apacibles estepas del Sueño,
hasta encontrar la Flor Única,
que sustentará (yo creo) tu tierno corazón
mientras la luna se eleva desde el mar.

Edward Estlin Cummings

Así estaban las cosas con el lobo estepario...

Así estaban las cosas con el lobo estepario, y es fácil imaginarse que Harry no llevaba precisamente una vida agradable y venturosa. Pero con esto no se quiere decir que fuera desgraciado en una medida singularísima (aunque a él mismo así le pareciese, como todo hombre cree que los sufrimientos que le han tocado en suerte son los mayores del mundo). Esto no debiera decirse de ninguna persona. Quien no lleva dentro un lobo, no tiene por eso que ser feliz tampoco. Y hasta la vida más desgraciada tiene también sus horas luminosas y sus pequeñas flores de ventura entre la arena y el peñascal. Y esto ocurría también al lobo estepario. Por lo general era muy desgraciado, eso no puede negarse, y también podía hacer desgraciados a otros, especialmente si los amaba y ellos a él. Pues todos los que le tomaban cariño, no veían nunca en él más que uno de los dos lados. Algunos le querían como hombre distinguido, inteligente y original y se quedaban aterrados y defraudados cuando de pronto descubrían en él al lobo. Y esto era irremediable, pues Harry quería, como todo individuo, ser amado en su totalidad y no podía, por lo mismo, principalmente ante aquellos cuyo afecto le importaba mucho, esconder al lobo y repudiarlo. Pero también había otros que precisamente amaban en él al lobo, precisamente a lo espontáneo, salvaje, indómito, peligroso y violento, y a éstos, a su vez, les producía luego extraordinaria decepción y pena que de pronto el fiero y perverso lobo fuera además un hombre, tuviera dentro de sí afanes de bondad y de dulzura y quisiera además escuchar a Mozart, leer versos y tener ideales de humanidad. Singularmente éstos eran, por lo general, los más decepcionados e irritados, y de este modo llevaba el lobo estepario su propia duplicidad y discordia interna también a todas las existencias extrañas con las que se ponía en contacto.

El Lobo estepario, Hermann Hesse

martes, 4 de diciembre de 2012

Vengo de lejos, lejos

Vengo de lejos, lejos, y canto sordamente
Esta vieja, tan vieja, canción de rimas tuertas,
Y dices que la canté a otra gente,
Que otras manos me abrieron otras puertas:

Pero, amor mío, yo vengo a este paso
Y grito, desde la lejanía de los caminos,
Desde el polvo mordido y el temblor
De las carnes maltratadas,
Esta nueva canción con que renazco.

José Saramago

sábado, 1 de diciembre de 2012

Encuentro

Si la vida
nos regala otro encuentro
te dejaré ser tú
seré
sencillamente yo

Escucharé
la melodía
de tu música
y la mía
cuando se unan

María Clara González