en los brazos del mar el mundo
camino quieto, vertical.
Dejemos entonces a la flecha zumbar
su filo ininterrumpido más allá de los límites.
No hay esperanza, ni temores
nada nos es más ajeno que profetizar la fisonomía
de los días que sabemos eternamente plagados
de lluvia, serenidad y pereza a montones.
Acaso podamos retener este momento.
Verónica Jiménez
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